"Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano."
ANTÍFONA DE ENTRADA (Mt 16. 18-19)
Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificare mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del Reino de los cielos.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que en la serie de sucesores de Pedro elegiste a tu siervo Benedicto como vicario de Cristo y pastor de tu pueblo, escucha nuestras suplicas y concédenos que confirme en la fe a sus hermanos y que con toda la Iglesia viva en comunión con él, unida por el vínculo del amor y de la paz, para que todos los hombres encuentren en ti, Pastor eterno, la verdad y la vida. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Jerusalén, clama al Señor con toda el alma.
Del libro de las Lamentaciones: 2, 2. 10-14. 18-19
El Señor ha destruido sin piedad todas las moradas de Jacob; en su furor ha destruido las fortalezas de Judá; ha echado por tierra y deshonrado al rey y a sus príncipes.

 
En el suelo están sentados, en silencio, los ancianos de Sion; se han echado ceniza en la cabeza y se han vestido de sayal. Humillan su cabeza hasta la tierra las doncellas de Jerusalén.
 
Mis ojos se consumen de tanto llorar y el dolor me quema las entrañas; la bilis me amarga la boca por el desastre de mi pueblo, al ver que los niños y lactantes desfallecen en las plazas de la ciudad.
 
Los niños les preguntan a sus madres: "¿Dónde hay pan?". Y caen sin fuerzas, como heridos, en las plazas de la ciudad, y expiran en brazos de sus madres. ¿Con quién podré compararte, Jerusalén? ¿Con quién te podre asemejar? ¿O qué palabras te podré decir para consolarte, virgen, hija de Sión? Inmensa como el mar es tu desgracia. ¿Quién podrá curarte?
 
Tus profetas te engañaron con sus visiones falsas e insensatas. No te hicieron ver tus pecados para evitarte así el cautiverio, y solo te anunciaron falsedades e ilusiones.
 
Clama, pues, al Señor con toda el alma; gime, Jerusalén; deja correr a torrentes tus lágrimas de día y de noche; no te concedas descanso; que no dejen de llorar las niñas de tus ojos. Levántate y clama al Señor durante toda la noche; derrama como agua tu corazón en la presencia de Dios; alza tus manos hacia Él y ruega por la vida de tus pequeñuelos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.