"Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa"
RESPUESTAS DE FE S.D.A.
SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 36, 30-31)
La boca del justo proclama la sabiduría, y su lengua manifiesta lo que es verdadero. Porque la ley de su Dios está en su corazón.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que promueves siempre en tu Iglesia nuevos ejemplos de santidad, concédenos seguir de tal modo las huellas del admirable celo por las almas del obispo san Alfonso María de Ligorio, que también nosotros alcancemos con él la recompensa del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
La gente se amotinó contra Jeremías en el templo del Señor.
Del libro del profeta Jeremías: 26, 1-9
Al principio del reinado de Joaquín, hijo de Josías y rey de Judá, el Señor le habló a Jeremías y le dijo: "Esto dice el Señor: 'Ve al atrio del templo y diles a todos los habitantes de Judá que entran en el templo para adorar al Señor, todas las palabras que yo te voy a ordenar, sin omitir ninguna. A ver si las escuchan y se convierten de su mala vida, y me arrepiento del castigo que he pensado imponerles a causa de sus malas acciones'.
Diles, pues: 'Esto dice el Señor: Si no me obedecen, ni cumplen la ley que he dado, ni escuchan las palabras de mis siervos, los profetas, que sin cesar les he enviado y a quienes ustedes no han escuchado, entonces yo trataré a este templo como al de Siló y haré que esta ciudad sirva de escarmiento para todos los pueblos de la tierra' ".
Los sacerdotes, los profetas y el pueblo oyeron a Jeremías pronunciar estas palabras en el templo del Señor. Y cuando él terminó de decir cuanto el Señor le había mandado, los sacerdotes y los profetas lo apresaron, diciéndole al pueblo: "Este hombre debe morir, porque ha profetizado en nombre del Señor que este templo será como el de Siló y que esta ciudad será destruida y quedará deshabitada". Entonces la gente se amotinó contra Jeremías en el templo del Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 68
R/. Escúchanos, Señor, conforme a tu clemencia.
Son más que mis cabellos los que me odian sin tener un motivo y más fuertes que yo los que pretenden con sus calumnias acabar conmigo. Lo que yo no robé, ¿acaso tengo yo que restituirlo? R/.
Por ti he sufrido injurias y la vergüenza cubre mi semblante. Extraño soy y advenedizo, aun para aquellos de mi propia sangre; pues me devora el celo de tu casa, el odio del que te odia, en mí recae. R/.
A ti, Señor, elevo mi plegaria, ven en mi ayuda pronto; escúchame conforme a tu clemencia, Dios fiel en el socorro. R/.
ACLAMACIÓN (1 P 1, 25)
R/. Aleluya, aleluya.
La palabra de Dios permanece para siempre. Y ésa es la palabra que se les ha anunciado. R/.
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿De dónde, pues, ha sacado esa sabiduría y esos poderes milagrosos?
Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 54-58
En aquel tiempo, Jesús llegó a su tierra y se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal forma, que todos estaban asombrados y se preguntaban: "¿De dónde ha sacado éste esa sabiduría y esos poderes milagrosos? ¿Acaso no es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre y no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Qué no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde, pues, ha sacado todas estas cosas?" Y se negaban a creer en Él.
Entonces, Jesús les dijo: "Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa". Y no hizo muchos milagros allí por la incredulidad de ellos.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Inflama, Señor, bondadosamente nuestros corazones con el fuego celestial del Espíritu, tú que concediste a san Alfonso María celebrar estos misterios y ofrecerse a sí mismo por medio de este santo sacrificio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Cfr. Sal 1, 2-3)
El que día y noche medita la ley del Señor, al debido tiempo dará su fruto.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios nuestro, que quisiste que san Alfonso María fuera un fiel administrador y predicador de este gran misterio, concede a tus fieles participar con frecuencia en él y que, al recibirlo, te alaben sin cesar. Por Jesucristo, nuestro Señor.